domingo, 6 de julio de 2008

Fermín Salvochea


Fermín Salvochea y Álvarez, vino al mundo en Cádiz el 1 de marzo de 1842 en la Plaza de las Viudas, 32, hoy Fernando García de Arboleya. Nació en el seno de una importante familia gaditana de origen navarro, heredera de antiguos negociantes.

Fermín tuvo una primera juventud pacífica y feliz y siempre destacó por su inteligencia y por su elevado sentido del valor y del honor. Sus padres Fermín Salvochea Terry y María del Pilar Álvarez, deciden enviarlo a la edad de 15 años, a estudiar comercio e idiomas a Inglaterra, con el fin de darle la formación adecuada para el manejo de sus negocios. Allí el jóven pasaría 5 años entre Londres y Liverpool, contactando con los círculos intelectuales radicales, progresistas y humanistas, además de con las teorías de los economistas clásicos como Adam Smith, Malthus o David Ricardo, teorías estas últimas, que Femín siempre rechazó.

En cambio otros trabajos como los de Thomas Paine, produjeron una gran inluencia sobre él, hasta el punto de "convertirle" en el ateo convencido que sería durante toda su vida.
Además del ateísmo, Fermín recibiría en Inglaterra otra gran influencia y que también marcaría su vida y sus actuaciones posteriores: la de Robert Owen, el célebre comunista inglés, que aún vivía por entonces. El joven tomaría conciencia en ese tiempo de todos los males y desigualdades sociales, y al mismo tiempo "se desarrolló en él el idea de la igualdad social y económica, como el único capaz de crear una vida armónica en la sociedad humana". Salvochea se haría comunista y seguiría siéndolo hasta el fin de sus días.

Fermín regresaría a cádiz a los 21 años con una educación y unos conocimientos e ideales por encima de los jóvenes de su edad. Pedro Vallina nos cuenta en su libro sobre Salvochea, que "tenía aspecto de inglés por su tipo alto y calmo, enjuto y grave".

Fermín va elavorando poco a poco sus teorías, para comenzar a llevarlas a cabo a partir de 1868.

"Participa activamente en el levantamiento de Cádiz durante la Revolución de septiembre de 1868, desde posturas democráticas y republicano-federales. En el mes de diciembre, defiende la Revolución desde las barricadas montadas por una fuerza de voluntarios de la libertad.

Aplastado el movimiento insurreccional, Salvochea es detenido, y se declara el único responsable del levantamiento de la ciudad; es encarcelado en el castillo de Santa Catalina.
En las elecciones a Cortes de enero de 1869, los monárquicos consiguen la mayoría, pero ciudades importantes como Barcelona, Málaga, Sevilla, Valencia o Cádiz dieron el triunfo a los republicanos. Salvochea, que se encontraba en la cárcel, es elegido diputado a Cortes, pero el gobierno nacido de la Revolución de septiembre no reconoció la elección, aunque en febrero de 1869, el gobierno concedió una amnistía a los presos políticos, por medio de la cual pudo Salvochea recuperar la libertad.

En octubre de ese mismo año estalla la insurrección federal en Cataluña, Aragón y Andalucía por la república. Salvochea, el héroe de las jornadas de septiembre, se pone al frente de una milicia de mil hombres, que recorre la provincia de Cádiz, tomando Alcalá de los Gazules. Por toda la provincia circuló un llamamiento de Salvochea, que se convirtió en bando, fijado en las paredes:


"Envuelto en las aclamaciones
de Paso a la verdadera revolución.
Paso a los derechos del hombre.
Abajo los tiranos, Viva la República Federal.
Os envía un abrazo vuestro hermano, Fermín Salvochea."


"Sofocada la revuelta por los monárquicos, Salvochea se refugia en Gibraltar, Londres y París. A principios del año 1873, y gracias a una amnistía, regresa a España, para convertirse a los pocos días en alcalde de Cádiz, a los 31 años de edad, el 22 de marzo de 1873, y una vez proclamada la I República en el país."

Siendo alcalde de Cádiz, Fermín instauraría, entre otras avanzadas ordenanzas, la jornada laboral de 8 horas para el sector de la construcción. "Aumentó el salario mínimo, prohibió los impuestos sobre los productos elementales de consumo, como pan y jabón. Eliminó el servicio militar forzoso. Estableció la enseñanza gratuita para todos y convirtió edificios ruinosos en ateneos obreros. En nombre de la libertad religiosa individual, prohibió los signos externos de ostentación de toda religión, y por tanto, se enfrentó a la Iglesia católica, prohibiendo la enseñanza a los colegios religiosos, retirando de las calles los signos externos de su fe, declarando civil el cementerio o cambiando los nombres religiosos de calles y escuelas por los de literatos, científicos o descubridores".
Fermín participaría en numerosos levantamientos más, encabezándolos en muchas ocasiones, lo que le hizo pasar muchos años de su vida en el exilio y en la cárcel, llegando incluso a ser condenado a muerte, sin que nunca esa sentencia se llegara a ejecutar.
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"Salvochea se mostró activo hasta el final de sus días. Sacrificó sus bienes y su sangre, toda su fortuna, por el ideal en que creía y llegó a ser tan pobre como el proletario más indigente. Escribió numerosos artículos para la prensa anarquista de España y editó también algunos folletos. Su último trabajo literario ha sido una excelente traducción de Campos, fábricas y talleres de Kropotkin, que se publicó primeramente en La Revista Blanca y luego en libro".
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Fermín Salvochea moriría el 28 de septiembre de 1907, víctima de una lesión en la espalda que se produjo al caer de la mesa donde dormía porque días antes le había regalado su cama a un pobre.
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"La víspera del fallecimiento hablaba con su madre y algunos amigos; la vida, el más allá, la religión, el porvenir de la Humanidad, la anarquía, etc., Alguien --quizá la excelente señora que le había dado el ser-- mencionó a Jesús, encareciendo su bondad, su amor al prójimo y recordando la resurrección de Lázaro. Salvochea fijó los ojos en su madre y dijo con la mayor serenidad: --De ser cierto ese milagro, él te prueba que Jesús no era bueno. . . Sí, no era bueno, porque debió haber resucitado también a todos los muertos del pueblo."
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Su sepelio se convirtió en una gran manifestación en la que se cuenta que participaron alrededor de 50.000 personas, en su mayoría pobres y desheredados, llegadas desde muchos pueblos y aldeas, para despedirse de él. Ese día cayó en Cádiz un gran aguacero cuando la comitiva fúnebre pasaba junto al Ayuntamiento. El Alcalde de Cádiz en ese momento ordenó que entrasen en el Ayuntamiento diciendo: "Esta es su casa. Que no salga de ella hasta que no acabe la lluvia".
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Desde entonces y hasta el más o menos reciente traslado del cementerio San José de Cádiz al Cementerio Mancomunado de Puerto Real, nunca han faltado flores frescas en su tumba.


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